Situada en la montaña, en un punto estratégico para la práctica ciclista y a poco más de una hora de Madrid, La Posada de Antares,  con nombre de estrella (buen augurio), acaba de iniciar una nueva etapa, y ha sido nuestro punto de encuentro este domingo del mes de julio. Allí nos dimos cita un grupo de buenos amigos con ganas de pasarlo bien dando pedales, sin prisas de ningún tipo, si acaso las justas para abrir el apetito y así dejarnos sorprender por los amigos que gestionan este establecimiento recientemente reabierto, pero que tiene tras de sí miles de historias de visitantes de anteriores etapas.

La Posada de Antares, un singular edificio de granito, fue en su día una casa cuartel, tras lo cual “sufrió” varias reformas para adecuarlo a su uso actual, como restaurante y morada para el descanso del viajero en busca de relax y un entorno de naturaleza plena. La decoración y el patio interior sin duda transmite serenidad y paz, como invitándote a prolongar la estancia, a abandonar del todo las prisas de día a día.

Salida desde la posada

 

En esta ocasión decidimos usar nuestras monturas “flacas”, o sea nuestras bicicletas de carretera. Saliendo de Peguerinos, no podíamos esperar muchos metros de llaneo, algo que ha quedado patente al ver los casi 1.500 metros de desnivel positivo ascendidos para poco menos de 70 kms, y eso sin buscar subidas cercanas como la del madrileño puerto de Abantos (primera categoría). Lo cierto es que los amantes de las cumbres tienen desde este punto mucho a elegir, al encontrarse la posada en un estratégico punto de la provincia abulense pero anexo a las provincias de Madrid y Segovia.

Las carreteras que elegimos son poco frecuentadas, con poco tráfico motorizado, sobre todo de lunes a viernes. En nuestro caso (domingo) compartimos algún tramo con algunos moteros que debían aproximarse a la zona del Puerto de La Cruz Verde, un clásico punto de reunión para ellos. La próxima volveremos con nuestras bicicletas de montaña (MTB o BTT) si es en fin de semana, sabedores del innumerable número de rutas de todo tipo de dificultad y con un gran atractivo desde el punto de vista paisajístico. Pero con las “flacas” nos queda mucho por explorar también en toda la zona. Me gustó y disfruté especialmente la solitaria y arbolada carreterita  que se toma entre Hoyo de Pinares y Valdemaqueda en dirección a Las Navas del Marques (hasta la CL-505), una subida tendida pero sin descansos (desde 900 a 1325 metros de altitud).

La ruta en Red Ciclista

En las Navas del Marques parada para un mínimo repostaje y de nuevo a subir (tras un leve descenso al salir del pueblo), ¡y qué manera de subir! Después de Hoyo de la Guija lo peor (o quizás lo mejor), 2,5 kms con tramos largos del 14-15% de desnivel, nuestro particular “Marie Blanque” del día. Y habíamos bajado ya antes por allí, pero claro, en descenso no te haces una idea, es apenas un instante de máximo disfrute…

Sobre las 13 horas llegaríamos a La Posada de Antares de nuevo. Quedaba lo mejor, duchita (gracias por las facilidades otra vez), y a rehidratarse, cada uno a su manera. Y poco después, en el acojedor comedor interior, un reconstituyente y suculento menú que devoramos entre risas y los típicos comentarios reviviendo la reciente jornada.

Parte del comedor de la posada

 

Y viaje de vuelta, sin darnos cuenta tras una hora de viaje estábamos en casa otra vez,  pero con una sonrisa de oreja y oreja y un relax total para el resto de la jornada (cuando menos). Por unas horas ni habíamos reparado en comentar la problemática socio económica que nos invade. Así que, como consejo, si tenéis una pasión no hay como apostar por la misma para alejar de vosotros el pesimismo reinante. Así que en cuanto empecéis a caer en la tentación echad mano de la bici y a darle fuerte a los pedales.

Posada Antares

Sólo queda agradecer a los propietarios de La Posada sus atenciones y a los compañeros para la ocasión del club ciclista de Las Navas del Marques con los que tuvimos oportunidad de compartir parte de la ruta, puedo asegurar que unos verdaderos afortunados de vivir allí, con semejante número de posibilidades en la puerta de casa.